Vasos

    La chavala más guapa del pueblo entra en el bar, el Único, se acerca a la barra y me pide un vino. No me lo puedo creer. Paloma me habla, a mí. Siempre he creído que no sabía que existía a pesar de haber ido juntos a la escuela, la Exclusiva, en nuestros primeros años. Más tarde, cuando íbamos al instituto la admiraba de lejos, rodeada de sus amigos y destacando por su alegría, su altura y su belleza. Yo era de los feos y patosos y pronto dejé de estudiar para ayudar en el bar, mientras que ella se iba a la Universidad. Después…

   –¡Eh ¿Estás dormido? Mi novia te ha pedido un vino hace diez minutos. Pon otro para mí, y no medio lleno.

    ¿Medio lleno? Medio vacío te lo voy a poner ¡Imbécil! ¿Ha dicho novia? No, Paloma es mi novia, mejor dicho, mi prometida, aunque ella no lo sabe. Ahora lo aclaramos.

    –Chico, estás tonto, atiende a los clientes.

    Mi abuelo sí que está tonto. No son clientes, son los invitados a mi boda. Llevo planeándola desde hace años, solo a falta de fijar la fecha: hoy. Voy a la cocina a ver cómo va el banquete, y luego llamo al panadero para que me traiga la tarta ¿Paloma? ¿Dónde estás?

    –Pedro, ya está bien, la gente se está marchando. ¡Despierta!

    Pedro coge la botella de vino, no el de los chatos, el bueno, llena dos vasos hasta la mitad y, mirándolos en silencio, suspira.

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